¿Te has preguntado alguna vez qué esconde en su interior esta enorme caja de cristal?

Si habitualmente transitas por Portal de Betoño, en Vitoria, seguro que has visto un edificio antiguo recubierto por una enorme urna de vidrio.

¿Sabes lo que hay dentro?

Siglos de conocimiento se conservan bajo tierra en la sede de la Fundación Sancho el Sabio (más de 300.000 archivos desde el siglo XVII al XXI).

Acercarte a este lugar supone abrir tu mente a la convivencia del pasado más remoto y el presente más tecnológico.

¿Te atreves a entrar con nosotros?

En la zona de industralización más antigua de Vitoria se levantó a comienzos del siglo XX el convento de las Carmelitas, junto con un cementerio anexo en estilo neogótico. En este cementerio es donde se instaló la sede de la Fundación Sancho el Sabio en el año 2009.

2590 metros cuadrados distribuidos en 2 plantas que vamos a recorrer de la mano de Jesús Zubiaga, director, y Charo Martínez, jefe técnico.

“La gente que pasa por aquí va de paseo hacia el parque de Salburua. También en coche hacia la zona industrial. Cuando hablas con la gente, todo el mundo nos ha visto. Esa caja de cristal…, dicen. Pero pasan”, nos explica Jesús Zubiaga Valdivielso, director de la fundación desde hace 20 años.

Esa caja de vidrio es la que envuelve el claustro neogótico donde se ubica Sancho el Sabio y sirve para filtrar la luz a la planta baja donde se encuentran tanto las salas de trabajo como la zona de consulta para los investigadores.

¿Alguna vez se te ha pasado por la cabeza ir a leer a un cementerio?

Desde luego que encontrarías mucha paz para sumergirte en la lectura…

En la Fundación Sancho el Sabio puedes consultar cualquier documento relacionado con la cultura vasca en lo que fue el cementerio del convento de las Carmelitas Descalzas de Betoño.

Las puertas está abiertas a todo el mundo. Aunque normalmente “acude gente de la Universidad o eruditos locales. Pero también nos visita gente que no es académica. Por ejemplo, en estos momentos viene bastante gente para intentar hacer una historia del Alavés. Buscan noticias, folletos…”, explica Zubiaga.

Zubiaga tiene claro que su labor no es llenar de personas la fundación, más aún cuando hoy en día cualquiera pueda consultar por internet la mayor parte de la documentación. Pero quien lo desee puede visitarles y disfrutar de su colección y de las exposiciones que suelen publicar en su claustro.

En realidad Sancho el Sabio es un depósito, un centro de patrimonio que guarda en su subsuelo más de 300.000 documentos recopilados desde 1.964 con la adquisición de la biblioteca de Antonio Odriozola (con monografías desde el siglo XVIII) y poco después con la de Deogracias Estavillo. “De hecho, a nivel de cultura vasca no hay nada similar porque el Gobierno Vasco no tiene una biblioteca vasca. Somos el reflejo de lo que es una sociedad, y todo lo que ha producido a nivel cultural está aquí», apunta Jesús Zubiaga. Vitoria empiezó a crecer y en 20 años se triplicó la población; llegó a tener un 300% de inmigración. Las autoridades de aquel momento pensaron que aquellos que venían a vivir aquí tendrían curiosidad por conocer la cultura local.

Espacio de crecimiento en Internet

Todo lo que se puede consultar en la sede de la Fundación Sancho el Sabio, se puede consultar desde casa gracias a Internet. En algunos casos se ofrece acceso al documento entero porque está digitalizado y en otros se tiene que solicitar el original en la sede de la fundación.

Pero incluso en el futuro, el objetivo es poder prestar libros digitales. «Vamos a hacer con el Gobierno Vasco una Biblioteca Digital Vasca para generar libros electrónicos del siglo XX y XXI, que es lo que no tenemos digitalizado porque no se puede por derechos de autor. Para nosotros esto implica que vamos a poder prestar libro digital», comenta el director Zubiaga.

El director de la Fundación tiene claro que «nuestro espacio de crecimiento es internet. No solo con los libros que nosotros tenemos, si no también con lo que tienen otros centros que lo tienen digitalizado, estamos intentando capturarlo y que se pueda ver también desde Sancho el Sabio».

Zona de depósito de la colección Fundación Sancho el Sabio

La familia como reflejo de la sociedad local

Rafa, paleógrafo de la Fundación Sancho el Sabio, lleva 2 años investigando el archivo familiar Yrizar de la zona de Bergara. Casi 9.000 documentos. Y aún no ha llegado a la mitad. “Puedes estar un día entero para leer un folio”, nos explica.

Casi todos los archivos familiares que llegan a sus manos son interesantes.

Por ejemplo, en el que está trabajando en estos momentos existen documentos que abarcan desde el siglo XIV hasta la actualidad. “Nunca sabes qué es lo que te vas a encontrar”, nos relata.

Incluso se ha encontrado con una demanda de divorcio de 1820 presentada por una mujer. Además, los archivos familiares se cruzan entre sí. “Se casan todos con todos”, nos apunta el director Jesús Zubiaga.

Rafa nos explica que cuando le llega un archivo nuevo empieza a desmadejar el ovillo por cualquier documento. Zubiaga apunta que “son como piezas de Lego que van encajando”. Y es que el método de trabajo ha variado con los años. Antes empezaban ordenando y catalogando el archivo, tarea a la que podían dedicar más de 1 año. Hoy en día, con las nuevas tecnologías y la ayuda de un programa informático han reducido bastante los tiempos.

Documento Fundación Sancho el Sabio

Lo normal es que en los archivos familiares aparezcan propiedades, demostraciones de posición social y apellidos. Y luego, dependiendo de la familia, suelen ocupar cargos públicos, por lo que encontramos documentación de historia de la zona que completan la historia local.

Por ejemplo, Rafa nos comenta que “en el archivo de Yrizar o Ampuero hay una barbaridad de documentación sobre urbanismo de Bilbao. Todos los planos de la construcción de la ciudad jardin de Bilbao, del funicular de Archanda, la plaza nueva de Bilbao”.

Pero también se encuentran cartas personales, donde los hermanos se tratan de usted y con mucho respeto. «Aunque sean cosas personales, para ellos tienen sentido, pero para mi, ninguno o un sentido relativo. En cualquier caso, siempre tienes cierta distancia», explica Rafa.

Las joyas de la Fundación

Por fin accedemos a los depósitos del archivo, que ocupan casi el 50% de la superficie total.

Y nada más entrar, lo primero que vemos es una sala en condiciones especiales de mantenimiento, a 18 grados y 30% de humedad. Charo Martínez Díaz de Zugazúa, jefe técnico de la Fundación, nos cuenta que esta habitación especial se construyó para lo más sensible, que es todo el fondo digital (CD-ROM, discos duros, películas, microfilm, etc.).

Pero lo mejor está por llegar. Martínez nos enseña la colección de 112 mapas de Ortelius, “un cartógrafo de Amberes que mapeó en el siglo XVI el mundo conocido en su Theatrum Orbis Terrarum (considerado el primer atlas moderno). Esto tiene un valor incalculable, es una colección única. Todo hecho y coloreado a mano. En España hay 2 o 3, pero nosotros lo que queremos es difundirlo y por eso está digitalizado para que lo pueda ver todo el mundo”.

Charo nos enseña un cartel de la colección Fundación Sancho el Sabio

Impresionante.

En este enorme depósito conviven documentos del siglo XVI con árboles genealógicos de un señor de Aretxabaleta que ha recogido las generaciones de su familia y que lo ha querido depositar en la Fundación.

También tienen:

  • Un incunable que es una bula de Burgo de Osma impresa en Pamplona 1497.
  • Un manuscrito con una colección de sermones en euskera.
  • Un libro de recetas en euskera del siglo XIX (1ª obra anónima de 1889).
  • Un manuscrito de Policarpo Balzola (inventor de la calculadora a mediados del siglo XIX).
  • El primer libro de física traducida al euskera por Gabriel Jaúregui.
  • U fuero General del Reyno de Navarra, perteneciente a la Corte Real, fechado en 1595.

En las numerosas filas de estanterías podemos ver más de 90000 fotos que se guardan en sobres, periódicos, boletines de bolsa y economía, acciones, publicaciones religiosas, hojas parroquiales, revistas científicas, de asociaciones, literatura infantil, pegatinas, postales, facturas, carteles y folletos, felicitaciones de Navidad, etc.

«Todo esto va conformando la cultura vasca, no podemos discriminar ningún documento y tenemos que dar servicio”, apunta Charo.

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