Nestor Basterretxea

El 31 de marzo de 1980 se constituía por primera vez el Parlamento Vasco, una página imprescindible en la historia moderna de nuestra tierra. Durante los últimos 40 años han pasado muchas personas por aquella cámara, desde los y las representantes políticos a un buen número de escolares e invitados de todo tipo. Sin embargo, hay un testigo único de todo la acaecido en ese hemiciclo.

Izaro es algo más que una simple obra de arte. Con el paso del tiempo se ha consagrado como uno de los grandes símbolos de Euskadi. Su ator es un bermeotarra que tuvo que emigrar por las guerras y que, con el paso del tiempo, se acabó convirtiendo en una de las figuras más interesantes del arte y la cultura vasca. Pintor, escultor y director de cine, Néstor Basterretxea es una figura casi irrepetible, y con motivo de su retrospectiva en el Centro de Exposiciones Fundación Vital hemos querido hacer un repaso a su historia.

De Bermeo a Buenos Aires

El 6 de mayo de 1924 nace en Bermeo un niño cuyo nombre completo es Nestor Basterretxea Arzadun. Su infancia y su juventud se verán marcadas por la guerra, dejando atrás el pueblo que le vio nacer en 1936. Apenas llevaban unos pocos años en Francia cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, y viendo cerca el peligro, su familia decide encaminarse hacia un nuevo exilio en Buenos Aires.

Fue allí, en la Reina del Plata donde arranca su actividad artística. Allí emprende una carrera en el sector del dibujo artístico y organiza sus primeras exposiciones. No había cumplido los 30 años cuando decide que es momento de volver a cruzar el charco y acercarse a la tierra que lo vio nacer. En aquel país tan gris y recto, la obra de Basterretxea supone una bocanada de aire fresco. Su inspiración le llevaría hacia retos tan bellos como la decoración de la cripta del santuario de Aranzazu. Si alguien no ha visitado este enclave tan especial, solo diremos que es la mejor unión de artistas de nuestra tierra. Los trabajos arrancaron a comienzo de los años 50, pero una prohibición paralizó el trabajo de Basterretxea cuando apenas llevaba un año en ello. Tuvo que esperar más de tres décadas para dar su última pincelada y dar por concluida la que es una de sus obras magnas.

Basterretxea y el séptimo arte

Es en la década de los 60 cuando nuestro protagonista arranca su historia con el cine. Es momento de presentar a un nuevo actor en este relato. Fernando Larruquert fue un fotógrafó, montador y director de cine irundarra. Era amigo cercano de Néstor Basterretxea, al igual que de otros artistas como Agustín Ibarrola o Jorge Oteiza. Sin embargo, el nexo de unión entre el cinematógrafo y nuestro protagonista les llevó a firmar un buen número de obras.

En 1963, y por petición expresa del empresario navarro Juan Huarte, Larruquert y Basterretxea filman el cortometraje `’Operación H’. Así nace Frontera Films Irun, su propia productora cinematográfica. Apenas un años mas tarde vería la luz ‘Pelotari’, un documental que contó con la colaboración de ilustres nombres de ese deporte como Ogueta o Atano III. Sin embargo, tenemos que esperar hasta 1966 para que esta dupla de artistas crease una de las películas más importantes del cine vasco: Ama Lur. Este canto identitario de nuestra cultura y de nuestras raices tuvo que lidiar con la censura franquista, y no con poco esfuerzo pudo ver la luz.

Néstor Basterretxea siguió ligado al mundo del séptimo arte. Siguió rodando proyectos y tuvo como gran reconocimiento ser presidente del Festival Internacional de Cine de San Sebastián en 1978.

Su legado hasta nuestros días

Aquel que no reconozca a Basterretxea como uno de los más grandes exponentes del arte vasco comete un gran error. Puede que a veces haya sido eclipsado por otro nombres coetáneos, pero su legado es realmente impresionante. Desde mediados del siglo XX, el artista de Bermeo no paró de crear en sus diferentes facetas artísticas. Fue cofundador de dos de los grupos artísticos más importantes a nivel estatal (Equipo 57 y Grupo Gaur) donde era uno más junto a apellidos como Chillida, Cuenca u Oteiza.

En los 80 nos dejó el símbolo de nuestra cámara de representantes, pero también dejó en Donostia uno de los símbolos de la paz más bellos jamás hechos. No nos podemos olvidar de su trabajo en Aranzazu, ni su labor en el mundo del cine.

Basterretxea marcó un estilo propio y ha sido, es y será inspiración para muchas mentes artísticas. Que este humilde repaso a su vida sirva como homenaje y como una pequeña muestra de reconocimiento hacia su figura.

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