La sombra y el fotógrafo

Repasamos la figura de Antoni Arissa, el gran fotógrafo olvidado.

Si preguntamos a cualquier persona por figuras relevantes de la fotografía estatal nos dirán apellidos como Schommer, Fontcuberta o García Rodero, por mencionar algunos. Sin embargo, cuesta más escuchar un apellido: Arissa. Algo incomprensible si investigamos qué se esconde tras él, que no es otra cosa que una de las figuras más importantes de la fotografía en los años 20. Un hombre que tuvo la fotografía como pasión y cuya obra prácticamente ha vivido en el olvido durante más de medio siglo.

Antoni Arissa Asmarats nació durante el año 1900 en el distrito barcelonés de Sant Andreu. Su familia regentaba una imprenta, un negocio al que siempre estuvo ligado. Mientras ayudaba en el negocio familiar se interesó por la fotografía y con apenas 22 años obtuvo su primer reconocimiento. Eran los años 20 y el pictorialismo todavía sobrevivía en la península, algo curioso ya que esta vanguardia estaba olvidándose en el resto de Europa. De técnica exquisita, sus escenas campestres o retratos infantiles le generaron un prestigio internacional, llegando a exponer en los salones de la afamada Royal Photographic Society.

Mientras sigue trabajando en la imprenta familiar, Antoni Arissa sigue evolucionando en su faceta fotográfica. Los próximos 10 años le llevarán por un camino de evolución y prueba de las nuevas vanguardias. Su especialidad, si se me permite este vulgarismo, eran las sombras. Pocos ojos fotográficos han sabido retratar de forma tan bella este elemento tan corriente de nuestra vida. Experimenta con objetos, incluso dentro de la imprenta. Arissa tuvo una visión artística y una proyección interesante, pero esta historia está a punto de cambiar.

Los años 30 fueron convulsos tanto en lo político como en lo social. Todos sabemos qué guerra empezó en 1936. El resultado de ésta en lo que nos atañe es una visión más rigurosa de las vanguardias artísticas. Los aires vanguardistas desaparecieron y no dejaron sitio a las galerías, publicaciones o entidades que las apoyaban. Fue en 1936 cuando Arissa decidió dejar a un lado su pasión ante la falta de apoyo, o quizás por la dificultad de seguir creciendo en lo artístico. 

En apenas catorce años, el joven Arissa marcó la fotografía estatal, aunque él nunca tuvo la consciencia de ello. Guardo su material, protegió su obra y siguió trabajando en la imprenta durante toda su vida. Durante décadas no se habló de su obra, era algo del pasado y de éste nunca se habló. 

Antoni Arissa falleció a los 80 años en su Barcelona natal. Poco después, y debido al desconocimiento, sus familiares tiraron gran parte de su obra o la malvendieron. No fue hasta años más tarde cuando se reconoció el valor de su fotografía. Los fondos del fotógrafo que han llegado a nuestros días no son más que un porcentaje reducido de su trabajo durante aquellos catorce años. Un bien artístico que es guardado por diversas entidades y la propia familia del artista y del que podemos disfrutar en la exposición ‘Arisa. La sombra y el fotógrafo, 1922-1936’. Se trata de una antología del artista catalán que podremos disfrutar hasta el 29 de noviembre en el Centro de exposiciones Fundación Vital.

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